Pasar
muchas horas sentado es perjudicial, no sólo por los problemas de
espalda, hay muchos más efectos negativos asociados al abuso de la
silla.
El
acto de sentarse en una silla no es natural para nosotros. Como seres
humanos evolucionamos con el movimiento y el descanso se asociaba a
los ricos o intelectuales. Las sillas eran un mueble que denotaba una
alta posición social, bien para el ocio o para la escritura. La
mayor parte del trabajo hasta hace 50 años se hacía de pie,
sentarse era un lujo. Ahora ocurre al revés, la mayor parte del
trabajo se realiza en posición sentada, sobre una silla de oficina y
durante las largas jornadas de trabajo. Desde que nos hemos
acostumbrado a sentarnos, hemos empezado a sufrir las consecuencias
de esta postura, principalmente asociada a dolores de espalda, un mal
ya habitual en los trabajos sedentarios, pero hay muchos más efectos
negativos sobre la salud que aparecen por el simple hecho de pasar
muchas horas en una silla. Hemos repasado las opiniones de los
expertos para resumirlas en un gráfico, que por supuesto ¡puedes y
debes leer de pie!
El
movimiento bombea sangre rica en oxígeno y nutrientes al cerebro y
provoca la liberación de sustancias químicas que modulan los
pensamientos y el humor. Cuando pasas muchas horas en inactividad en
una silla, el cerebro se enlentece, piensas peor y de forma más
negativa.
La
mayoría de las personas nos sentamos frente a una mesa a trabajar
inclinando el cuello hacía el teclado del ordenador, y doblando la
cabeza sobre el teléfono cuando hablamos y escribimos al mismo
tiempo. Esta postura se repite a lo largo del día cientos de veces,
forzando las vértebras cervicales y provocando desequilibrios en la
postura que se convierten en malos hábitos posturales y se traducen
en dolor de cuello y espalda, por la sobreextensión de los músculos
de los hombros y espalda, especialmente del trapecio, que conecta el
cuello y los hombros. Con los años, las horas sobre la silla se
notan en que adquirimos una postura encorvada hacia delante todo el
tiempo (echamos "chepa") y los dolores se agravan.
Si
no mueves la columna vertebral se pierde la flexibilidad, y ésta se
vuelve rígida y débil. Y empieza a doler y a sufrir con las tareas
más sencillas como alcanzar una taza en el armario alto de la cocina
o atarte los zapatos. Cuando nos movemos, los discos entre las
vértebras se expanden y contraen como esponjas, absorbiendo sangre
oxigenada y nutrientes. Al sentarnos, los discos están comprimidos,
apenas les llega la sangre y van perdiendo su esponjosidad y
amortiguación natural. El colágeno se va endureciendo y la columna
es cada vez más rígida y susceptible al daño al movernos.
Las
personas que se sientan durante más horas tienen un riesgo mayor de
sufrir hernias lumbares. El músculo psoas tiende a acortarse con las
horas de silla, y cuando se estira al ponerte en pie empuja la zona
lumbar hacia delante, provocando que el peso de toda la parte
superior del cuerpo recaiga sobre la zona de la tuberosidad isquial,
(los huesos donde nos apoyamos al sentarnos), en vez de distribuirse
a lo largo de toda la cadera, sobrecargando la zona lumbar e
isquiotibial.
Los
músculos queman menos grasa y la sangre fluye lentamente cuando
estamos sentados durante un buen rato. Esto favorece la aparición de
enfermedades cardiovasculares, se acumula más grasa en las arterias,
endureciéndolas y creando las placas de ateroma que caracterizan a
la ateroesclerosis, aumenta la tensión arterial, se favorece el
aumento del colesterol y triglicéridos en la sangre, etc. Está
comprobado que las personas que son más sedentarias tienen el doble
de riesgo de tener enfermedades cardiovasculares frente a las
personas activas.
El
páncreas es el órgano digestivo donde se produce la insulina, la
hormona que transporta la glucosa a las células como fuente de
energía. Pero las células de las personas sedentarias que pasan
muchas horas sentadas no responden a la insulina tan rápidamente, y
el páncreas se ve obligado a producir más insulina cada vez, lo que
puede provocar la aparición de diabetes tipo II. Un estudio
realizado en el año 2011, encontró que bastaba un solo día de
inactividad prolongada para provocar una disminución de la respuesta
a la insulina y una sobrecarga del páncreas. ¡Una conclusión
preocupante!
Los
estudios médicos han encontrado una clara relación entre las horas
que pasamos sentados y el riesgo de padecer cáncer de colon, mama y
endometrio. Las razones no están claras, pero parece que el exceso
de insulina favorece el crecimiento celular y la aparición de
tumores. Otra explicación puede ser porque el movimiento regular
produce la liberación de antioxidantes naturales, que eliminan y
contrarrestan el daño producido por los radicales libres, que son
los que pueden provocar daño celular y tienen un efecto
potencialmente cancerígeno.
Cuando
estamos de pie o nos movemos, e incluso cuando nos sentamos derechos,
los músculos abdominales nos sujetan y mantienen la postura, pero al
sentarnos solemos relajarlos y los abdominales se van debilitando,
encorvando la postura y facilitando la aparición de grasa abdominal.
Exagerar la postura rígida sobre la silla también puede provocar lo
contrario, acentuando la curvatura natural de la columna y provocando
una hiperlordosis.
La
flexibilidad de los músculos de las caderas ayuda a mantener el
equilibrio y la buena postura, pero las largas horas sobre una silla
acaban inutilizando los músculos flexores de la cadera, que se van a
acortando y perdiendo la flexibilidad, reduciendo su función de
balance y favoreciendo la aparición de lesiones en músculos y
ligamentos de las extremidades inferiores. Los estudios han
encontrado que la reducción de la movilidad y la flexibilidad de la
cadera es la principal causa de las caídas que provocan la rotura de
caderas en las personas mayores.
Sentarse
es la forma más rápida de conseguir un "culo gordo y blando",
pues es una postura en la que los glúteos, los principales músculos
donde nos sentamos, no hacen absolutamente nada, son un simple cojín
donde apoyarnos, y cuando más grande, más amortiguación. La
postura natural humana para sentarnos es la postura de cuclillas, una
sentadilla exagerada que en un sólo movimiento de "descanso",
hace trabajar a los glúteos y al resto de los músculos de las
piernas, al mismo tiempo que se realiza un estiramiento natural. Un
3x1 que potencia la musculatura, mejora la estabilidad y mantiene la
flexibilidad de toda la musculatura inferior. Justo lo contario a lo
que hacemos al sentarnos cómodamente en una silla.
Sentarse
durante largos periodos de tiempo enlentece la circulación
sanguínea, que en personas sensibles, especialmente en mujeres
provoca acumulación y retención de fluidos en las piernas,
inflamación de los tobillos y las piernas, aparición de venas
varicosas y en los casos más extremos, formación de coágulos de
sangre o "trombos", que pueden provocar peligrosas
trombosis al quedarse "atrancados" en las venas cortando la
circulación sanguínea en la zona.
Las
actividades en las que nos movemos cargando el peso de nuestro cuerpo
como andar, correr, saltar, etc., estimulan y fortalecen el
crecimiento de los huesos, reduciendo la posibilidad de osteoporosis
y la pérdida de calcio y densidad ósea asociada a la edad,
especialmente en las mujeres después de la menopausia. Los
científicos piensan que el incremento de inactividad actual es el
mayor responsable del aumento de la osteoporosis en nuestra sociedad
occidental.